La abuela es la figura del amor más puro que existe, sin el contraste de autoridad con el que debemos actuar a veces las mamás.
Las abuelas no sólo dedican su tiempo a consentir a sus nietos, sino que siempre se esmeran en sacarles sonrisas, hacerlos sentir especiales y hacerles saber que tienen en ellas al confidente perfecto.
Son cómplices una y otra vez de las aventuras y travesuras que lideran los pequeños y no saben muy bien cómo decirles “no”.
Aman pasar una noche en casa contándoles cuentos, dándoles la leche y poniéndolos a dormir.
Disfrutan como nadie un paseo por el parque mientras empujan la carriola y comparten un dulce o un helado lleno de babas.
Son también las encargadas de llenarlos de besos y abrazos, enseñarles a cantar a todo pulmón y a bailar sin pena alguna.
Les demuestran que no debe afectarles lo que los demás piensen de ellos y que lo más importante es que sean felices.
Lo que las mamás consideramos rutinario, para las abuelas es un regalo maravilloso que les concede la vida día con día.